Danna Marotta, una mujer apasionada por yoga, actualmente radicada en Salta, vivía en Buenos Aires al ritmo de la gran ciudad. Empresaria, estudiaba en la UBA. El estrés era inmenso y las migrañas, casi diarias. “La práctica sanó mi cuerpo y mi mente” son las auténticas palabras de una apasionada del Yoga como arte de vida.
Muchísimas personas me preguntan: ¿qué es el Yoga? Pero esta pregunta tiene muchísimas respuestas. La definición clásica que aparece en los Yoga Sutras de Patañjali nos dice que: “Yoga es el cese de las fluctuaciones mentales”; que se trata de calmar las turbulencias de los pensamientos. Y a su vez es un camino hacia el autoconocimiento, una filosofía de vida. La verdad es que podemos leer mucho sobre el Yoga, pero para entenderlo debemos experimentarlo, encontrar qué es para cada quien, porque la práctica es transformadora y eso hay que vivenciarlo, no se puede explicar.
Creo que gran parte de la gente que se acerca al Yoga lo hace porque está buscando aliviar el estrés o mejorar la salud. También ese fue mi caso. Vivía en Buenos Aires al ritmo de la gran ciudad, era empresaria y estudiaba en la UBA. El estrés era inmenso y las migrañas, casi diarias. La práctica sanó mi cuerpo y mi mente. Encontré mucho más de lo que buscaba. Cambié mis hábitos, mi alimentación, dejé de tomar medicamentos. Se fueron las migrañas, las alergias, los dolores. Claro que sigue habiendo “algunos” días en que “algo” duele, pero la diferencia es enorme. Ahí decidí que quería dedicarme a entender más profundamente y transmitir esta práctica milenaria, que es medicina para cuerpo y alma. Y comencé a formarme.
Los primeros efectos se ven muy rápido, porque desde el primer día te sentís mejor después de una clase, pero realmente la dedicación y la constancia son las claves para ver efectos más profundos. La práctica sostenida nos aportará serenidad, enfoque, fortaleza, disciplina, herramientas fundamentales para afrontar los desafíos que la vida nos presenta.
Comprender la profunda relación que hay entre la respiración y la mente me parece algo fundamental para entender que podemos aprender a usar la respiración para calmar nuestra mente. Este conocimiento puede resultar vital ante una situación de estrés o angustia, como muy útil ante la toma de decisiones importantes, puesto que una mente serena es lo que nos va a permitir actuar de forma clara.
Con la práctica, vamos fortaleciendo el cuerpo y nuestra fuerza de voluntad, nuestro ser, porque todo está unido; lo que realizamos en el plano físico pasa a planos más sutiles, energéticos. A su vez, vamos disciplinando la mente a través del cuerpo, aprendiendo a enfocar y sostener la atención, a estar presentes; en cada movimiento, en la activación o relajación de cada músculo, en cada respiración. La práctica es en sí una meditación activa, en movimiento, que nos prepara para la meditación pasiva, en quietud.
Creo que todavía existe un falso concepto general de que la práctica de Yoga son solo movimientos suaves y muy tranquilos, pero realmente hay muchos tipos de Yoga porque hay muchas personas diferentes, y lo bueno es que cada quien encuentre su camino. Como estudiante fui atravesando y apreciando distintos métodos, pero ahora mismo me encuentro sumergida en el estudio de Ashtanga Yoga, práctica que me resulta realmente desafiante física y mentalmente. Caen las barreras de mi cuerpo y siento que caen las barreras de mi mente, se generan nuevos espacios, una expansión completa. El aprendizaje creo que es diario y de por vida. Como profesora doy clases de Hatha Yoga, que son más suaves y también de Ashtanga Yoga. Amo lo que hago y creo en lo que hago, por eso puedo transmitirlo con devoción. Pero para entenderlo, hay que experimentarlo.