Semana Santa en Jujuy

Semana Santa en Jujuy

Semana Santa en Jujuy - Indómito

Por Federico Posadas – IG @federicoposadas @visitjujuy
Fotografías: Walter Reynaga

La Semana Santa es para la grey católica el momento de mayor expresión de fe pero en Jujuy se vive de una manera muy particular, con un sincretismo muy especial, en el que se conjugan la diversidad cultural que define al jujeño con creencias heredades de sus pueblos originarios y las enseñanzas dejadas por los hombres de la Cruz que acompañaron a los conquistadores hace más de cuatro siglos.

Las bandas de sikuris y pacientes procesiones, trascienden las fronteras del tiempo para reavivar el fervor año a año en una de las manifestaciones populares más esperadas en la provincia, como es el tiempo de Semana Santa y Pascua.

Así es como los hombres y mujeres del clero se entremezclan en las procesiones con los Samilantes (hombres suri) y las filas de las cuarteadas tienen tanta importancia como las hileras que forman los feligreses para cumplir con el sacramento de la confesión.

Pero hay algunas pequeñas cosas que durante esta celebración están presentes prácticamente en todo momento y resultan un disparador para las sensaciones de cualquier persona. Una es el sonido del viento, y la segunda, el rítmico compás de los instrumentos de esos músicos intuitivos que conforman las bandas de sikuris.

Todos los años, los senderos que se dibujan entre los cerros a partir del pueblo de Tumbaya, o del paraje Tunalito, o de Maimará o de Tilcara son transitados por miles de peregrinos llegados desde diferentes puntos de Jujuy y de provincias vecinas de la región, con el único objetivo de venerar a la «Mamita del Cerro», la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, en su propia capilla, a más 3.500 m.s.n.m.

Semana Santa en Jujuy - Indómito

Desde el jueves anterior al Domingo de Ramos, día en que la Señora es llevada al pueblo de Tumbaya, el ascenso de peregrinos de diferentes edades es constante y los destellos serpenteantes de las linternas dibujan un sendero custodiado por las laderas de los cerros y cobijado por un manto de estrellas.

Ya el Viernes Santo, el punto de encuentro es la villa veraniega de Tilcara. Luego de cumplir con el Vía Crucis se aguarda el momento de aparición en escena de las ermitas, que serán paradas obligadas durante la procesión del Cristo Yacente por las angostas calles del pueblo.

Las Ermitas son verdaderas obras artesanales realizadas por miembros y amigos de familias tilcareñas. Estos trabajos, que se diseñan algo más de dos meses antes, representan distintos momentos de la vida de Jesús y son confeccionados con elementos naturales como semillas, pétalos de flores, frutos secos, guijarros, arcillas, raíces y, obviamente, con mucha paciencia y devoción.

Una celebración imperdible

Mientras tanto, prácticamente a la misma hora pero 200 kilómetros más al Norte, al atardecer del Viernes Santo, en el histórico pueblo de Yavi, en plena Puna, comienzan a escucharse a la distancia unos suaves cánticos, de sonar muy melancólico, que van anunciando el pronto arribo de las Doctrinas, procesiones integradas mayoritariamente por mujeres.

Estos grupos llegan desde poblados cercanos como Inti Cancha, Suripugio, Yavi Chico, encabezados por un maestro e integrados por niñas y señoras que se convocan cada año para entonar la lectura de La Pasión y elevar sus cantos con un profundo lamento que conmueve hasta las lágrimas.

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luego de encontrarse en la iglesia del pueblo de Yavi y descender de la cruz la imagen del Cristo y de la Dolorosa, se disponen a recorrer en procesión las calles del pueblo, interpretando canciones doctrinales y rezos, que se prolongarán hasta el amanecer del día siguiente.

Algunas devotas van tapadas por tules blancos y llevan su largo pelo negro peinado hacia adelante, cubriéndoles la cara, son las «Lloronas de Yavi». Sin embargo, hay una distancia insalvable entre esas descripciones y lo que ocurre en verdad.

El pueblo de Yavi se encuentra al este de La Quiaca (16 km.) Es uno de los primeros lugares de la región en que se asienta el español encomendero por ser su ubicación estratégica en el camino del Alto Perú, y por ser el lugar más fértil de la Puna.

Hacia fines del XVII se forma el marquesado del Tojo con sede en Yavi, donde se sucedieron cuatro marqueses, de los cuales el primero, hizo construir la Iglesia de San Francisco en 1695.

Como en aquella época faltaban sacerdotes en los diferentes asentamientos, los misioneros eligieron personas representativas de cada comunidad para continuar la tarea evangelizadora. A estas personas se las llama maestro de doctrina. Para facilitar el aprendizaje de la doctrina cristiana se la musicalizó, los cánticos al ser entonados imitan lamentos.

Yavi sigue siendo el centro religioso más importante de la provincia, el sitio donde está emplazada la Iglesia de San Francisco de fines del siglo XVII, a la que concurren las comunidades pastoras y agricultoras de la zona para celebrar el Viernes Santo.

Al atardecer las doctrinas van llegando a la iglesia, cantando. Al ingresar, van bajando el volumen porque allí hay otra doctrina rezando y cantando. La textura de los cantos se transforma. Las voces femeninas son predominantemente agudas, con colocación en falsete y marcados portamentos, parecen voces de niñas pero son señoras.

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Luego, comienza la primera procesión recorriendo las calles del pueblo y se hacen paradas en sitios que en los que fueron preparados altares, decorados con molle y flores, y se reza.

Encabezan la procesión cuatro hombres que llevan el Santo Sepulcro envuelto en tules blancos y decorado con flores rosas y amarillas, los siguen las cuatro promesantes que cargan la imagen de la Virgen en sus hombros, ataviadas con vestidos blancos y llevan su rostro cubierto con un velo, también de color blanco, son «Las Lloronas».

Ellos son seguidos por las Doctrinas, que van avanzando lentamente y llevan en sus manos farolitos hechos con papel barrilete de colores fuertes y una vela.

Luego del recorrido regresan a la iglesia para continuar con los cantos y los rezos. Por momentos, descansan en el patio de la iglesia, para luego continuar con los rezos y las procesiones, lo que se repitirá a lo largo de la noche por lo menos tres veces, con intervalos de dos o tres horas.

Amanecidos regresan a la iglesia en donde cada doctrina reza, todos arrodillados en el altar ubicado en la nave derecha de la iglesia, para terminar la despedida cantando caminando hacia atrás, sin dar la espalda al altar, así el culto termina alrededor de las 9 del día siguiente, momento en que los participantes regresan a sus comunidades. Así como durante los cuatro días de Carnaval el disfrute y la algarabía son totales, durante el tiempo de la Cuaresma el poblador de la región se prepara para vivir con idéntica pasión, la Semana Santa.

En el mismo sendero: