Por Serafín Zerpa
Conoceremos la experiencia en primera persona (relato a flor de piel del montañista Serafín Zerpa), del conmovedor rescate a la montañista Analía Ibáñez, encontrada en una quebrada del Cerro Pacuy, la docente que estaba desaparecida desde la madrugada del lunes 17 de agosto. Realmente un milagro, y quedo demostrado que “jamás debemos perder la fe”, como dice un tema de Heroicos Sobrevinientes – Fe Ciega.
«La Cumbre está en casa»
Ya en ruta charlábamos de nuestros sueños locos en el Crestón. Uno de esos era comprar una Fanta naranja bien fresca en el primer almacén que encontráramos.
Entramos a Moldes y yo no quería prender el celular, pero lo tuve que hacer porque a Jota le llagaban un montón de mensajes y llamadas por una persona del CAM extraviada en el Cerro Pacuy. Tenía que avisar a mi familia que estábamos bien, porque ellos seguramente ya sabían de esto y estarían preocupados. Era urgente avisar que nosotros estábamos bien.
Estaba muy cansado y sólo quería llegar a Salta. Me comunico con mi novia Carolina que me cuenta que quien se había perdido era Analía. Después hablé con mi hermana Julieta, que me dice: “Volvete a casa y no te estés yendo para otro lado”.
Hice caso, pero al llegar me puse en contacto con varios de los chicos que iban a salir a buscar durante la madrugada. Me dejó muy tranquilo el llamado del «Pela Venecia» diciéndome que descansara, que ya eran varios y que las fuerzas de seguridad estaban en el lugar organizando todo.
En un abrir y cerrar de ojos ya era medianoche.
A la mañana siguiente salimos temprano con Carito a nuestros trabajos. Yo seguía muy cansado y me dolían los pies de las 36 horas de caminata en 3 días que había demandado el Crestón. A las 8:30 y a un paso de abrir mi negocio, suena el teléfono con una llamada de número desconocido; atiendo y me dicen: “Hola Serafín, soy Martín el hermano de Analía. Está por salir un vuelo en helicóptero en una hora. Me contaron que conocés la zona donde ella se perdió. ¿Nos acompañarías a volar sobre el sector? Yo te estaría buscando por donde me digas ahora”.
Sin tener muchas opciones, mi respuesta fue un rotundo sí. Porque conocía la zona y la había investigado bastante mediante mapas y Google Earth. ¿Por qué ese rotundo sí? Porque me sentía seguro de que conocía el lugar. No se me ocurrió decir no, llamen a aquélla persona que conoce, o que tiene más experiencia… Sólo atiné a decir «sí» con seguridad.
Llamé a mi hermana para avisar que faltaría nuevamente al trabajo y para que comunique al resto de la familia, a Carito para decirle que no la buscaría de su laburo y a Jota para que me tire alguna recomendación por si se me escapaba algo.

No sé cómo, pero en unos minutos ya tenía mensajes de Marquito Aramayo, con quien había compartido una salida a ese cerro, y de Carlo Clérici que me pasaba el track hecho por Analía. Era el track de su compañero de salida, que al no encontrarla en la primera noche de perdida bajó a pedir ayuda.
En lo que bajaba el track al gps de mi celular analizaba qué podían haber hecho y no me cerraba para nada el lugar donde decía el chico haber visto a Analía por última vez. Muchos mensajes llegaron antes de tomar vuelo, muchas personas opinaban antes del despegue. El Piloto me dice: ¿vos conoces no? «Si» contesto con mucha seguridad y le digo: “es el Cerro que ves justo al frente”, señalándole con mi dedo. “Del lugar en que se forma esa pirámide, a la izquierda, es la última vez que se vieron según lo que me dijeron”.
Sobrevolamos la zona unas cuatro veces. Por el Este y por el Oeste, pero el viento no nos dejaba acercar mucho. Una experiencia inolvidable, era como que nos acercábamos pero a la vez no se podía porque el viento nos empujaba para atrás. Desde esa altura no llegué a ver ni la gente que hacía el rastrillaje, y menos adentro de las quebradas por donde podía haber bajado. Me sentía inútil por no haber visto ningún rastro y por lo que sé que cuesta mover un helicóptero.
Bajé triste y le dije a Martín: “no vi nada”. No sabía qué más hacer…Había dejado mi auto en el centro y no quería ni que me acerque a buscarlo para no molestar. El ambiente era tenso, aunque temprano aún. Estaba angustiado, en eso me dice Martín nuevamente: “Sera que hacemos? “Estábamos Martín, un amigo de él, Tomás del 911 y yo. Surge la idea de ir a Chorrillos. Le pido que me pase el número del compañero que estuvo en el cerro con Analía. Lo llamo para que me explique el track y me dice lo mismo, señalando la parte que ya sabíamos.
Mientras Martín me lleva a mi casa, y al tomar conciencia que desde Chorrillos no se podía hacer gran cosa por no haber señal de celular ni internet, surge la idea de armar una base en casa de Analía para organizar la búsqueda del día siguiente.
Llego y preparo rápido mi ropa de montaña y me quiero matar porque mi mochila está en el baúl del auto con garrapatas del Crestón, ¡y el auto está en el centro! Preparo rápido otra mochila tomando prestadas varias cosas de Carito y vuelvo al auto.
Llegamos y me encuentro con Sole, una amiga de Analía, a quien conozco por ser la pareja de Kike Cabrera, un lindo cumpa de la montaña. Sole en dos segundos sacó la compu y nos pusimos a navegar para ver en detalle imágenes de Google Earth. No nos cerraba el lugar donde el compañero de cordada de Analía indicaba haberla visto por última vez en la noche. Entonces lo llamamos para que nos explique en la imagen de la computadora. Llega y nos señala de nuevo el mismo lugar.

Con Sole le decíamos que era más abajo, porque el track era una maraña de líneas. Para nosotros ahí se habían perdido los dos, a lo que él responde “ahí me perdí yo solo, buscando a Analía”.
A todo esto, hubo varias llamadas telefónicas y llegó Carlitos Mateos, otro amigo montañés que calmó un poco los nervios con su buena onda.
Fer Martinis llamó un par de veces para coordinar una nueva salida en helicóptero. Me preguntaron si me animaba de vuelta, acepté y esta vez fuimos con Martín para mirar todo lo posible.
Le mando un WhatsApp a Pato Payrola, que estaba arriba en el cerro y me contesta «Busquen del lado Este que el Oeste ya fue rastrillado”. ¡Increíble! le había entrado mi mensaje y me pudo responder.
Salimos nuevamente al aeropuerto. Mostramos al Piloto las coordenadas, sobrevolamos el lugar, pero como la primera vez, no se podía ver dentro de la quebrada. El piloto empieza a maniobrar y hace todo un rastrillaje sobre la ladera Este, pero es en vano, ¡no logramos ver nada! Sólo queda volver al aeropuerto y me lamento por lo poco que queda del día, y Analía aún en el cerro…
Llegando a Salta, desde el aire observamos que se incendian algunos sectores alrededor de la Ciudad. Aterrizamos y acompaño a Martín a Gendarmería, son casi las 6 de la tarde y pido que me dejen en casa de mi mamá para saludar y decir que estoy bien antes de irme nuevamente. A hs 21 tenemos una reunión en el 911.
Entro a lo de mi vieja rapidísimo, por suerte ya me habían dejado el auto ahí. Como es costumbre de mi mamá y abuela, me dan de comer en abundancia, me ayudan a armar nuevamente mi mochila y a sacar algunas garrapatas del Crestón. Con el apetito saciado voy a buscar a Caro, charlamos un ratito, me da ánimos y me voy a la reunión del 911.
Sole me vuelve a llamar y me dice que estábamos en lo cierto, que debíamos buscar en el lugar que pensábamos, porque de un momento al otro el compañero de Analía había cambiado de parecer. Pienso que por el estrés de todo lo ocurrido.
Llego atrasado a la reunión, reniego por eso. En la reunión hay mucha gente y veo que se sigue analizando la primera zona, interrumpo y les cuento sobre la llamada de Soledad. Cambia todo y nos enfocamos en el nuevo sector. Gracias a Juani Hernández y a su hábil manejo de Google Earth se logra sacar conclusiones contundentes. Rápidamente Fer Martinis planifica todo para el día siguiente.

Saldríamos a las 4 de la mañana para empezar la búsqueda al amanecer. Yo ya tenía todo listo en el auto y tuve tiempo para descansar un par de horas. Me buscaron de casa y en unos 45 minutos estábamos todos los amigos montañeros reunidos con el mismo propósito: «Encontrar a Analía». Avisamos que llegábamos a ayudar.
El Pájaro Giménez había dejado todo en orden. Emi Abudi y Nacho Urbina nos preguntan si teníamos autonomía como para quedarnos arriba un día entero y nos indican que debíamos salir en ayuda cuando encontraran a Analía porque íbamos a ser los más descansados.
Sólo tocaba esperar ese aviso.
Y en eso estábamos cuando se acerca mi amigazo Carlitos Mateos, (que llegó en su moto a la base del cerro), con una estampita en la mano y con un termo de café que repartía a los chicos y me dice: «Esta mañana la Doñita del Kiosco tiró las hojas de coca y dice que está bien Analía y que está de aquel lado del cerro”, (señalando un sector del cerro que nos parecía ilógico y que no lo habíamos pensado) y cierra diciendo “si querés anda a verla y charlá con ella”.
Este suceso me llenó de Fe. Soy creyente y recé un poco mientras subíamos a uno de los filos para hacer volar un drone que no funcionó ahí, ni en la quebrada de Incamayo, donde nos mandaron para triangular mejor la comunicación con Jaime Soriano, Tiko y el Pájaro que buscaban por ese lado.

Transcurrió toda la mañana. La familia Padilla del puesto de Incamayo nos brindó un rico almuerzo al mediodía y ¡no nos quisieron cobrar!!! Gran gesto de ellos el abrirnos las puertas de su hogar y contarnos que el jefe de la familia estaba arriba buscando con otros baqueanos de la zona.
Salimos del puesto pasadas las 14:30 para retornar a Chorrillos, distante a unos 5 km. Pasaron escasos minutos y llegó Martín preguntando quién había subido con campera amarilla. Una vidente le había dicho que esa persona estaba cerca. Santi Cuevas que coordinaba la trasmisión desde la estación de trenes lo volvió loco a Nacho Urbina preguntando por la chica de campera amarilla. Ellos tenían otra estación más arriba para tener mejor alcance en la comunicación gracias al equipo que había llevado «Oscarcito Vais».
La verdad yo estaba un poco intranquilo por toda la situación. El clima se ponía cada vez más feo. En lo que giro para ver mi mochila en la camioneta siento el grito por radio: «LA ENCONTRAMOS Y ESTÁ VIVA!!!».
Gritos de Alegría, lágrimas y abrazos en todo Chorrillos, El Pacuy y la Pacha la habían protegido y la estaban dejando volver. Me calcé la mochila y me acerqué a Martín que me dió un abrazo que nunca voy a olvidar. Me dijo traela Sera ya está… Sentí que el corazón iba a saltarme del pecho.
Con Jota, Fran, Gustavo, Gonza y un grupo de corredores liderado por Vale Chá salimos raudos a ese encuentro. La Búsqueda había finalizado y ahora venía el Rescate.
Pasamos el segundo puesto de transmisión y recordé a Nacho haciendo la Pacha en ese lugar a la mañana y sus palabras de Fe que nunca voy a olvidar «Hoy la encontramos Coyita».
Emi nos dice que subamos en bloque y nuevamente nos pregunta por nuestra autonomía, le confirmamos y arrancamos pa´rriba!
Largo el tirón que nos esperaba, 1500 mts de desnivel. La adrenalina es mucha. Logro mantener un ritmo constante con Gonza, Jota se queda con los otros dos chicos porque uno no se sentía bien.
Estábamos a contra reloj, solo escuchaba por la radio “la situación es crítica”. El Helicóptero logró aterrizar en el Corral Cuadrado pero el tiempo nos jugó una mala pasada, Analía aún estaba lejos.

Llego al helicóptero, me espera Ignacio Goytia, sólo entiendo que deje mi mochila y que suba rápido a ayudar. Hago caso y alcanzo a uno de los corredores que me pasa una mochila larga que le habían dado en el helicóptero, me dice que él no puede seguir más, que la lleve. La agarro y sin preguntar mucho sigo pechando pa´rriba como siempre digo. Alcanzo a varios grupos y a lo lejos Juli Balza, que estaba con el grupo que subía a Analía me da señal que ya me veía.
¡Todavía me quedaba un vueltón para llegar a ellos! Mi objetivo era llegar hasta ahí con la última luz del día porque había dejado mi mochila, con mi linterna y mi campera de pluma. Llegué totalmente transpirado, y para nuestra sorpresa, esa “mochila larga” que estaba llevando, era la camilla del helicóptero y no el chaleco de extricación que yo pensaba. El frío se sentía como agujas en mi cuerpo empapado. Gracias a Cristian Talamilla que me prestó un chaleco y a Santi Merello que me subió la campera de pluma pude recuperar algo de calor corporal.
En menos de lo que canta un gallo, Juancito Esperoni, Chicho P. Quintana y los baqueanos pasaron a Analía a su nueva camilla. Me encargo de bajar las mochilas con las que habían armado la otra camilla. Ramiro Garca, otro gran montañista, me indica el camino con su linterna porque la mía había quedado dentro de la mochila en el corral cuadrado.
Todo pasó muy rápido. Entre Eleonor, que es enfermera y Patricio Payrola que van asistiendo a Analía, la camilla es un pasamos que llega sin contratiempos al corral cuadrado, donde nos espera nuestra queridísima doctora La Valle Pol.
Aquí se estabilizó la situación y se descansó un poco. Calculo que estuvimos menos de una hora y continuamos el descenso.
Me reencuentro con mi mochila, ¡hermoso! Cuento nuevamente con mi equipo.
En este último tramo llega la primera ayuda. Jaime Soriano, Tiko y Pancho Siciliano vienen con el tubo de oxígeno. Se lo ponen a Ana y veo su rápida mejoría. Me acerco a la camilla para cargar y la saludo, me responde “Hola Sera ¿y Carito?”, me pregunta por mi novia!! Me da mucha alegría saber que me reconoce y sus palabras tienen coherencia.

Desde aquí cargo un ratito y salen a nuestro encuentro muchos corredores que subieron a ayudar. Por suerte hay muchos colaborando.
Nos quedamos con Jota, Emi Nacho y Don Vais al final, cerrando la cordada y el Cerro, asegurándonos que no quede nadie atrás. Me siento realmente feliz al ver esa procesión de linternas en fila quebrando la oscuridad de la noche… Ya falta casi nada… Logro ver abajo las luces de dos ambulancias. Son casi las 3 de la madrugada y entre la gente que espera en la base escucho el grito «Seraaaa»… Siii, es mi hermana con Rodri mi cuñado, que me hacen el aguante en la Estación de Chorrillos para traerme a Casa. Sé que me esperan Carito, mi abuela y mis viejos. Preocupados seguramente. Pero ya estamos de vuelta y muy contentos.
Volvemos felices y con la certeza de lo que siempre decimos: “La verdadera cumbre está en casa, con nuestros seres queridos”. La cumbre en el cerro es sólo la mitad del camino. La expedición concluye cuando volvés y abrazás a tu abuela, a tus viejos, ¡a la gente que te quiere bien!
Mi abrazo cariñoso a todos los que participaron, en especial a los baqueanos y al Pacuy por enseñarnos a valorar el milagro de la vida.