En una sociedad donde predominan los juicios de valor es importante la autenticidad. Hay que conocerse bien y no tener miedo a indagar en nuestro interior.
En Salta es difícil, en Argentina es difícil, en el mundo es difícil ser uno mismo.
Para ser uno mismo es necesario conocerse y ser consciente de hasta qué punto la imagen que uno tiene de su persona coincide con su yo real y auténtico. Se trata de dejar de verse como una persona inaceptable, indigna de respeto, inútil, poco competente, sin creatividad, obligada a vivir según normas ajenas e insegura, me animaría a decir con una especie de autoestima baja. ¡Qué difícil!, ¿no?
No todo el mundo está preparado para eso, pero somos contradicciones; hay que vivir el día como si fuera el último, ¡pero a la vez hay que intentar que NO LO SEA! Hay que aceptar las imperfecciones, está bueno equivocarse para aprender… Hay que pensar las cosas, pero también hay que relajarse porque si no, la cabeza nos explota.
Todos tenemos problemas, pero todo se acomoda, la vida es así. Hay que adaptarse a la realidad… La clave es ser nosotros mismos: la autenticidad seduce, la autenticidad te da paz, la autenticidad te da seguridad.
Según la Biblia, lo auténtico es sinónimo de verdadero, opuesto completamente a lo falso o aparente. El que obra por vanidad o por notoriedad, principalmente, no es una persona auténtica porque busca algo distinto a lo que dice o hace. La persona auténtica no busca ser elogiada, aplaudida y, menos todavía, compensada.
Por último, Nietzsche creía en el hombre auténtico como alguien que se eleva sobre los demás para trascender los límites de la moral convencional en un intento de decidir por sí mismo sobre el bien y el mal, sin tener en cuenta las virtudes.
Revista Indómito… ¡Salvaje como vos!
Yaca Austerlitz