Por Gonzalo Giménez
Gonzo Giménez es un famoso chef salteño que por cuestiones laborales decidió buscar otros rumbos en Estados Unidos, lugar donde conoció de cerca el trail running y cambió su estilo de vida para siempre. Luego de haber completado el año pasado las 100 millas de Leadville, decidió en Octubre de 2019 enfrentar su mayor desafío: correr 200 millas alrededor del Lago Tahoe (más de 320 km). Esta conquista lo coloca en un cuadro de privilegio, logrado sólo por un puñado de corredores argentinos.
Tahoe 200: «Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones»
En enero de este año decidí enfrentar uno de los mayores desafíos que seguramente tenga en mi vida. Con mucha incertidumbre, con bastante miedo, con adrenalina y con confianza en mí, tomé la decisión de inscribirme en Tahoe 200. Sabía que era una carrera extremadamente larga y difícil, pero recordé una frase que leí por ahí alguna vez “si debes hacerlo, hazlo y si te da miedo, hazlo con miedo”.
En Agosto del 2018 hice Leadville 100. Al finalizar esa carrera me imaginé que todo era posible, y 8 meses después tuve la oportunidad de corroborarlo. Sabía que no sería fácil, pero la pulsión y el entusiasmo eran más fuertes. El desafío era inmenso y me propuse trabajar duro para lograrlo.
¿Qué es Tahoe 200?
Tahoe 200 en una de las Ultra Maratones más largas y difíciles de EEUU. Es parte de una serie de 3 carreras denominadas Triple Crown of 200. Una de ellas es en Washington, otra en Utah y otra en Lake Tahoe. Los corredores tienen un tiempo límite de 100 horas para terminar el recorrido. Esta carrera de 330 km arranca a las orillas del Lago Tahoe en Homewood California. El recorrido es 98% en senderos de montañas que nos llevan a recorrer tanto el Estado de California como el de Nevada.

Este desafío comenzó para todos los corredores un viernes a las 9 de la mañana y terminó para mí el lunes siguiente a las 11.30. Crucé la meta en 73 horas y 34 minutos, en la posición general número 23 y séptimo en mi categoría de edad. Sentí una emoción que nunca antes había vivido. Las lágrimas fueron imposibles de contener y el reconocimiento a mi cuerpo y a mis piernas será eterno.
Fueron muchos meses de preparación para esta carrera. Entrené duro durante muchas horas en la montaña. También otras carreras de ultra distancia fueron parte de mi preparación para esto, incluyendo una carrera de 100 millas 3 semanas antes de Tahoe 200.
Tengo siempre la suerte de lograr estas hazañas con el aporte y la ayuda de mi esposa Wilma quien colaboró para planear todo junto con 4 personas más dentro de mi equipo de asistencia. Hubo gente incondicional que corrió conmigo en trechos largos de hasta 55 km durante día y noche, atravesando montañas inmensas, ayudando a alimentarme, a hidratarme; guiándome y asegurándose que yo pueda dormir y descansar lo necesario después de ciertas horas de carrera.
Usualmente en carreras de 100 millas yo no duermo y me detengo en estaciones de abastecimiento no más de 12 minutos. Es aquí donde aprovecho para cambiarme de calzado o ropa, comer y reponer energías. Pero en este caso las millas eran el doble, las horas casi el triple y las alucinaciones más reales que nunca, cosa que suele pasar cuando exponemos el cuerpo a situaciones extremas de fatiga y deprivación de sueño.
Durante toda la carrera dormí 3 veces, dos de ellas durante 15 minutos acostado a la intemperie en el mismo sendero y tapado con una frazada ultraliviana. La tercera noche dormí durante 45 minutos en la casa rodante que teníamos a disposición.
Durante esta carrera las estaciones de abastecimiento estaban bastante retiradas unas de otras, lo cual implicaba cargar una buena cantidad de calorías en mi chaleco y también botellas filtradoras para poder tomar agua directamente de los arroyos.
Adversidades y un poco más…
Como en todas las carreras de ultra distancia hubo varias complicaciones. Es normal que el al cuerpo le cueste adaptarse a estas situaciones extremas y rechace ciertos alimentos y bebidas, causando así problemas estomacales y déficit de electrolitos. En mi caso, después de las primeras 100 millas de recorrido, mi cuerpo no podía asimilar otra cosa que galletitas oreo, quesadillas, coca cola y agua. La única manera que tenía para poder seguir en movimiento era consumiendo estas 4 cosas. Uno nunca sabe lo que nuestro cuerpo es capaz de hacer en situaciones extremas como ésta, pero si hay algo que aprendí en este viaje de 3 días es que cuando uno mantiene una actitud positiva cualquier cosa es posible de lograr.
Hace 3 años nunca me hubiese imaginado que hoy estaría logrando este tipo de metas. Casi 3 semanas después de haber terminado esta carrera me enorgullece decir que soy unos de los pocos argentinos que han podido conquistar esta distancia. Esto quiere decir que cualquier meta que nos pongamos por delante es alcanzable. Solo hace falta trabajar duro, rodearse de gente que uno quiere y mantener siempre el positivismo y la sonrisa, incluso en los momentos más difíciles.
Con mi experiencia, quiero decirles que estoy convencido que si yo pude, cualquier corredor puede lograrlo; no hace falta ser un corredor elite o profesional. Lo importante es mirar al frente y cueste lo que cueste, siempre poner un pie delante del otro hasta llegar a la meta. Fue de esta manera que un lunes 16 de Septiembre, después de 73 horas de constante movimiento, muchas galletitas oreo y 3 noches de alucinaciones pude terminar un recorrido de 200 millas de distancia y 12.500 metros de ascenso en las montañas alrededor de uno de los lagos más lindos que tiene EEUU. Luego de compartir mi vivencia de lo que fue Tahoe 200, me resuena una y otra vez una de las frases que el japonés Haruki Murakami expresa en su libro “De que hablo cuando hablo de correr”: “Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones”.