Por Rosana Gumilla IG @rosanagumilla
Este artículo ya comienza con un título fuerte y a la vez mágico, “200 horas de yoga”. Rosana Gumilla, profesora de Hatha Yoga donde se recibió en Málaga, España (estuvo viviendo ahí por un periodo de su vida), nos contará en primera persona una experiencia inolvidable, una aventura llena de ciudades sagradas, intensidad, tradición, espiritualidad, cultura, rituales, gastronomía, alegría, naturaleza y, por supuesto, ¡yoga! Energía, intensidad y color en cada rincón, en un país donde lo increíble es rutina y lo distinto, normal… ¡Bienvenidos a India!
Abrí tu mente y dejate enamorar por la experiencia vivida por Rosana.
Y me fui a hacer 200 horas de yoga a Rishikesh en la India o Bharat… Intenso, no lo voy a negar. Había días en los que me quería ir; ahí me di cuenta de que el ego es una constante en la vida de cada uno, cuestionando todo, y el corazón, si lo escuchás, te calma y te da las respuestas justas o acertadas… Cansancio a flor de piel, lucha cuerpo a cuerpo con el sueño en algunas clases que eran tan pero tan interesantes, humedad terrible con temperaturas de más de 34 grados y lluvia constante eran el combo perfecto para abandonar, pero ¡NO! Mi corazón me decía que ahí era donde yo quería estar, que había hecho todo lo posible en lo económico, en lo laboral y personal para estar ahí, ¡justo ahí! Y así fueron pasando las horas y los días y las semanas, aprendiendo con mi experiencia diaria, el aquí y ahora a full, sí, sí, a full, y no deja de sorprenderme a mí misma hasta dónde llegué, el valor que tengo, la seguridad y confianza en que estoy en las manos de Dios y ¡él me guía por el mejor camino siempre!

Mis maestros indios fueron los que me dieron gran parte de la fuerza para continuar. Son seres tan generosos, tan cultos, tan sabios… y con mucha necesidad de que traigamos a Occidente la esencia del YOGA y así la transmitamos: el “secreto de la felicidad” lo tenemos todos en nuestro interior, pero se vive en el afuera, buscando en cosas o personas equivocadamente, y es tan simple el camino, es adentro de uno. Cuando uno descubre esto, las puertas a la libertad se abren, ¡la libertad de amar, de servir, de dar, de recibir. ¡Es maravilloso!
Después recorrí el triángulo Dorado, así les dicen a las tres ciudades que forman un triángulo por su importancia cultural e histórica. Ellas son Agra, Jaipur (capital de Rajastán) y Delhi . Totalmente una aventura la mía, decidí viajar sola. Con un chofer salí desde Rishikesh; son casi 8 horas de viaje por rutas muy buenas, con muchísimo calor. Mi chofer se llamaba Babu; nació y vive en Rishikesh, sabía muy poco inglés así que nos comunicamos lo justo y necesario; así nos decían los profesores, que cuando hablemos digamos, como los Sutras, lo justo y necesario, sin vueltas, sin tantas palabras, directo; y es muy bueno aplicarlo; no es fácil porque estamos acostumbrados a hablar y hablar y hablar y, en realidad, se debe hablar cuando vale la pena, sin herir ni decir de más; ¡aprendizaje!
¡Llegué a Agra, la ciudad del amor! Así la describen por tener el gran mausoleo, el Taj Mahal, ¡impresionante! No me quería ir, quería seguir recorriendo cada lugarcito y tomar fotos y fotos. A las 5 am me buscaron para ir porque es la mejor hora para apreciarlo. Estaba lleno de turistas de distintos lugares, ¡mágico! Después fui a otros lugares como El Fuerte Rojo, también increíble… Volver al hotel, comida rica y abundante, ¡todo hacía que mi alma estuviera libre!
Al otro día, después de un desayuno con todos los sabores —salado, dulce y un toque occidental (tostadas con mermelada)—, partimos a Jaipur, capital de Rajastán, la ciudad roja, como la describen por el color de casi todas sus construcciones. Está muy bien diseñada. Me hablaron de que el Marajá que la mandó a construir era muy buen matemático, físico y arquitecto, y buscó un lugar plano ya que su castillo estaba en las montañas y necesitaba que su reino se contactara con los demás y fuese más fácil el acceso a los comerciantes.

Es zona selvática; tigres, panteras, elefantes son algunos de los animales que conviven con los humanos (está prohibida su matanza). Los elefantes son tan majestuosos, con su andar lento… Me contaban que son parte de la familia que los tiene para trabajar. Suben a los turistas hasta el Castillo, pero los cuidan mucho porque sin ellos no podrían trabajar como lo hacen, así que trabajan pocas horas, procuran que coman y descansen bien; en general, son hembras (no tiene colmillos). Me quedé más tranquila, no quería pensar en explotación de trabajo animal.
Después de recorrer dos días enteros museos, centro, sedes del Príncipe, cooperadoras de las cuales viven miles de familias haciendo alfombras (sí, esas alfombras que vemos que parecen de Aladino), telas pintadas a mano, la famosa seda o silk de la India, que es bellísima por sus colores y su textura, me quería comprar todo. También había artesanos del mármol, familia que descendía del Marajá o rey que hizo construir el Taj Mahal. Fue un honor conocer esa fábrica que sigue haciendo a mano la mayor parte del trabajo.
Partimos con Babu, mi chofer, a Delhi, mi último destino en la India. Ahí conocí la Old Delhi, capital de la India islámica y, en contraste, la New Delhi, construida por el imperio británico. Recorrí ambas partes lo que más pude, me subí a un tuctuc, uno de esos transportes típicos que es una mezcla de moto con carruaje, ¡muy loco! Ahh, en India se toca bocina ¡pero en serio! Es obligatorio para avisar que vas a pasar o que estás atrás; en fin, se toca y mucho, pero lo más increíble es que todo fluye en ese enorme caos que es el tráfico. Tanto en Delhi como en las otras ciudades en las que estuve es igual, en menor y mayor intensidad; otro aprendizaje…
Tuve la casualidad de que a dos días de que me fuera de Delhi se hacía el G20, así que todo estaba muy iluminado, pintado y limpio (otro tema para escribir).
Y así partí con tantas anécdotas para contar o para recordar, mucho por procesar en mi curso de Yoga, y mucho aprendizaje. Como digo, no hay mejor aprendizaje que la experiencia vivida. Viaje INOLVIDABLE si los hay…
Namasté (mi corazón saluda a tu corazón con toda mi humildad)
Rosana Gumilla